La vida da muchas vueltas, a veces en un periodo de tiempo muy corto.

Creo que nadie duda de eso en estos momentos.

Hoy comparto con vosotros una etapa de la que durante mucho tiempo no quise hablar y que muy pocos conocen.

Esta imagen muestra uno de los momentos más álgidos de mi faceta atlética. Fue en una de las pruebas seleccionables para los campeonatos de Europa de Cross.

Noviembre de 2006

Unas semanas más tarde, tras volver de dicho campeonato, sufría la lesión con la que diría adiós al atletismo.

Dos años después, mi rostro y mi cuerpo reflejaban claramente una lucha interna a la que no conseguía poner fin. La ansiedad y la espiral autodestructiva en la que me había enrolado me estaban pasando factura en muchos aspectos. Principalmente en la salud.

Febrero de 2009

Hay algo en común entre las dos imágenes, que a simple vista quizás no seas capaz de ver… La idealización que tenía sobre mi cuerpo. Y una gran diferencia, el momento personal por el que transitaba.

Aunque siempre fui una niña delgada, los cambios hormonales de la adolescencia hicieron que aumentara de peso con mayor facilidad.

Dentro del ámbito deportivo se me criticó por ser más rellenita que el resto de compañeras. Eso generaba un “run, run” en mi cabeza que a la vez generaban ansiedad y unos vaivenes de peso constantes.

He de aclarar que no sufrí ningún trastorno alimentario serio. Pero si repercutió mucho en mi autoestima e influenció en mi relación con la comida y con mi cuerpo.

Todo se agravó tras la lesión, especialmente cuando la beca de acceso al gimnasio se acabó. Allí hice vida sobre una elíptica durante muchos meses con la única intención de no perder la forma.

Conozco esa sensación de mirarse al espejo y no aceptar lo que ves. Sé lo que es estar en ese círculo vicioso de culpa, ansiedad y malos hábitos, muchas veces no conscientes.

“Para aprender a quererse primero hay que aceptar lo que somos”

Cuando la relación con uno mismo se vuelve atenta, confiada, respetuosa y de aceptación, mantener el equilibrio es más sencillo.

Verano de 2020

La persona que veis en la imagen superior, es la misma persona 11 años después. Todo lo que hace es por el mero placer de cuidarse y de sentirse bien consigo misma. Y, por supuesto, por salud.

Dejó de idealizar su cuerpo para comenzar a disfrutar de él.

Aprendió a esquivar las prácticas de la industria alimentaria, y la sociedad de consumo, quienes intentan hacer la zancadilla constantemente.

Si un día come dulces, lo hace conscientemente y sin remordimientos, porque sabe que ahora el control lo tiene ella.

La sociedad no nos lo pone fácil… medios de comunicación, publicidad, influencers, la educación que hemos recibido, nuestro entorno… Todo influye en la idea que tenemos sobre nosotros mismos y sobre quiénes deberíamos ser.

Y en realidad a quien realmente tenemos que escuchar es a nosotros mismos.

No reemplaces tu esencia por convertirte en una persona que no quieres ser, solo porque ahora es lo que se lleva, porque serás más popular o porque llamarás la atención de esa persona…

“Nadie es como tú, y ese es tu poder”

Cuántas veces he escuchado eso de… que fácil es decirlo o que suerte tienes, si yo estuviera como tu…

Pues bien, ahora ya sabes que no es cuestión de suerte, sino de actitud.

El poder está en amarte a ti mismo, como si fueras la persona más importante de tu vida. Porque realmente lo eres. Si no ves tu propio valor, elegirás a personas que tampoco lo ven.

Cuando integras esto, aprendes a alejarte de todo aquello que te daña y te estanca. Sean hábitos, creencias, relaciones, lugares… y comienzas a atraer aquello que te aporta confianza, ilusión y ganas de seguir creciendo.

Así que… quiérete mucho y bien, que lo demás ya se irá acomodando…

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